1-billetesMe he despertado varias veces durante las 12 horas que duraba el vuelo Londres – Kuala Lumpur “¿Qué es este sitio? ¿Dónde estoy? ¿A dónde voy? ¿Qué diantres hago yo aquí? ¿Qué estoy haciendo con mi vida en general?”

La amplia oferta de ocio audiovisual en la pantallita del asiento y la sonrisa de las azafatas han ayudado a no sumergirme en un mar de lágrimas y arrepentimiento, la verdad.

Renunciar a una cómoda existencia en los últimos años de gloria del estado del bienestar en España, con trabajo asegurado y lugar de residencia más o menos fijo, no parecía tan buena idea volando a 900km por hora hacia un destino incierto en el sudeste asiático. Acojone generalizado. “Ya sabías que esto iba a pasar”, me digo. “Céntrate en lo que viene por delante en lugar de amargarte por lo que dejas atrás”, me repito. “Todo va a salir bien”.

Las luces del avión se encienden, las azafatas van despertando a los zombies a grito de “Breakfast time, we are about landing in Kuala Lumpur!” Amanezco con una tortícolis terrible y un desayuno al estilo inglés. Me bebo el café como si fuera el elixir de la eterna juventud y disfruto, en la medida de lo posible, de las verduras y la salchicha de plástico mientras termino de ver la última película de Marvel. Yei.

Ahora escribo estas líneas desde la terraza del apartamento alquilado en un céntrico barrio de Kuala Lumpur, con el sonido de los trenes y de la llamada a la oración de fondo (Oh sí, me he venido a un país musulmán). Mi anfitrión, un tal Helmi malayo de origen pero que ha vivido en Australia, Estados Unidos y Europa, antaño ingeniero y con la misma crisis de identidad profesional y vital que yo, me recibe muy amablemente.

El piso es pequeño (bueno, comparado con el zulo en el que vivía en Madrid es un palacio) pero muy acogedor, limpio y bien distribuido. Y lo mejor: Tiene terraza (foto abajo). Una vez me ha explicado, mapa en mano, todo lo que ofrece la zona, me deja descansar.

Ducha, conexión a Internet y bajada al supermercado de abajo para comprar algunos básicos y una cata de cervezas locales. Aviso a la familia de que sigo viva, trabajo un poco ¡Y mañana más!1-cielo-balcon